Desconcertada, simplemente miré el roble. Me sentí varada. En ese momento, un espectador me tocó el hombro y me dijo: “Hola, te gustaría visitar el templo para conocer a Svāmījī?” El toque y la invitación parecían ser un arreglo de la misma fuerza que me atrajo al sonido de cantores.Olvidándome por completo de mi novio, salí del parque con este extraño que, hablando poco, me llevó a una pequeña tienda en la 26 y la Segunda Avenida. Observé el letrero pintado a mano sobre la ventana frontal, ” Matchless gifts” “Regalos incomparables”, que parecía apropiadamente psicodélico, y mi guía anunció que este era el templo.

A través de la ventana vi a cuatro jóvenes en el centro de la estrecha sala del templo de 3.048 m por 15.24m, bailando y repitiendo ese mismo canto que había escuchado en el parque. Sus manos estaban levantadas en el aire mientras bailaban y mirando hacia el cielo. Estaba decidida a saber de qué trataba todo esto.
El escaparate había sido transformado, imaginaba que como un templo indio, con sólo unos simples muebles, una plataforma de madera en la parte delantera de la sala que estaba cubierta con una tela de terciopelo oscuro, el atril flanqueado y ornamentado por jarrones de flores y candelabros de yeso. Un gran gong de metal colgaba del lado de la plataforma, y cortinas de color púrpura oscuro cubrian la pared y las ventanas traseras, alfombras orientales cubrían el piso largo, telas de seda india colgadas en las paredes y carteles indios que estaban sobre ellas en forma decorativa.
Me atrajeron los grabados indios: un joven de tez nubosa bailando alegremente sobre una gran serpiente de múltiples cabezas; ese mismo niño azulado alimentando con bolas dulces a un ternero; ese mismo azulado joven sentado sobre una roca; y ese joven un poco mayor, de pie junto a una hermosa, de tez dorada señorita y una vaca parada entre Ellos. También noté algunos grabados más modernos, unas damas cargando vasijas de barro en la cabeza y una estampa del Señor Jesús. Observé una pintura inmensa circular encima del asiento que parecía ser el de honor; esta representaba el mismo chico azul y una chica dorada que lucían estar embriagados por el amor de estar juntos.Otra imagen llamó mi atención, este era una personalidad de seis brazos; dos de sus brazos sosteniendo un arco y una flecha, dos con una flauta y dos sosteniendo un bastón y un tazón. Estaba tan curiosa de comprender estas coloridas imágenes, enamorada y absorta en las fotos, los bailarines, la música, y la habitación en sí misma que no noté cuando mi guía se había ido. Entonces decidí que mi ‘yo interior’ – lo que sea que eso significaba, tomaría ese lugar como guía y me mostraría todo lo que necesite saber. Confiando en el supremo ‘Ello’, resolví ser un testigo pasivo: dejar que sucediera lo que estaba destinado a suceder.
Dos jóvenes que estaban cerca mío comenzaron a hablar entre ellos. Sus voces sonaban amistosas, así que escuché mientras uno le decía al otro: “Svāmījī dijo que cuando los hermanos espirituales se pelean, es solo como nubes que pasan; no es nada serio”. Me pregunté qué significaba eso. Después de todo, había tantas guerras en el mundo, entre países, razas, e incluso dentro de mi propia familia. ¿Es entonces el tormento algo no ineludible?. Otro joven entró por una puerta de lado y me invitó a subir para encontrarme con “el Svāmī”. Lo seguí al patio, y luego al edificio detrás del templo. Subimos una tenue escalera iluminada con fluorescentes al segundo piso, y el entró en el apartamento de la derecha. Sentí una fragancia de incienso celestial, y varios hombres y mujeres sentados en el suelo cantando con cuentas en forma de rosario en sus manos. Aunque sus palabras eran confusas, la mística una vez más evocó en mi el recuerdo de ese lugar primigenio.
El Svāmī, esa misma personalidad resplandeciente que yo había visto en el parque, estaba sentado en medio de ellos, luciendo simultáneamente ascético y aristocrático. Él inclinó su cabeza en el suelo, lo que en mi opinión confirmó la creencia de que todo, incluido el piso, era Dios. Mientras el cántico continuaba a su alrededor, él se puso de pie y, seguido por algunos otros, caminó a la habitación contigua: la “sala de bienvenida”. Su nombre, me dijeron, era Svāmījī – o, más formalmente, oṁ viṣṇupāda Śrī Śrīmad Bhaktivedānta Svāmī Mahārāja. Más tarde sería conocido en todo el mundo con el título honorífico de “Śrīla Prabhupāda”. Observé cómo interactuaba con cada uno de los huéspedes. Si alguien cruzó las palmas de las manos en señal de respeto, él le devolvió el mismo gesto; si alguien le ofrecía la mano,él le tendía la mano; si alguien le decía adiós con la mano, él le devolvía el saludo.
Cuando finalmente volvió su atención hacia mí, vi que él era eléctrico, sus ojos radiantes me atravesaron como en un intento de cortar mis conceptos erróneos especulativos. Sentí que podía ver mi alma y que ya me conocía a fondo, pero luché contra ese sentimiento y miré hacia otro lado. Me dije a mí misma: “Estás inventandote todo esto. Esta persona es tu creación.” Había tomado LSD más temprano ese día, lo que explicaría el sentido exagerado de mí percepción.
Me miró directamente a los ojos y habló tranquilamente: “Esto no es un proceso inventado, o algo que sea nuestra propia creación. Este proceso es muy antiguo, simple y sublime.” Se recostó cómodamente y miró lentamente alrededor de la habitación. “Somos eternos —continuó—, y todo lo que nos rodea es temporal.” Aunque habló en voz baja, sus palabras penetraron todo mi ser. Me encontré ansiosa, esperando escuchar lo que diría a continuación. Sin embargo, en lugar de exponer otras verdades filosóficas, cortésmente me preguntó: “¿Vives cerca de aquí?”.
Estaba nerviosa, sin saber exactamente cómo responder, quería hacerlo de tal manera que me mostrara ‘iluminada’. Deliberadamente saqué mis palabras en una manera extraña y afectada, tratando de dar a entender que yo, como el ser divino supremo, vivía en todas partes, le respondí: “Siiii vivo muuuy cerca de aquí…” De nuevo, era el LSD que hablaba más que yo. “Bien”, dijo, sonriendo. “Entonces serás capaz de asistir al programa de la mañana a las 7:00 a.m.”.
Inmediatamente me di cuenta de mi error!. Yo vivía en el Bronx, ¡a una hora y media en metro! La idea de despertar a las 5:00 de la mañana y tomar cinco trenes era insostenible, especialmente teniendo en cuenta lo tarde que solía acostarme. Además de eso, daría miedo viajar en metro tan temprano; había muchos narcotraficantes, matones, borrachos, y otros que hacían viajes solos, era peligroso. Aún así, la convicción en la voz del Svāmī me hizo querer intentarlo. ¿Cómo podría decir que no?

En ese momento, le pregunté algo totalmente fuera de lugar: “¿Tengo que dejar el LSD?” Me miró con curiosidad. Recordando el estado de trance de los bailarines en el parque y en el templo, le dije: “¿Hay alguna manera de que pueda estar “ high” en lo alto para siempre? .”No con algo material, porque la materia es temporal. Solo la conciencia de Kṛṣṇa puede dar placer duradero; es espiritual y por lo tanto eterno”.
De alguna manera le creí. Sabía que los días de mi LSD se habían acabado.
Se estaba haciendo tarde, dije buenas noches y me dirigí abajo, busqué mis botas nuevas y no las encontré. Después de una rápida mirada alrededor de la tienda, acepté que habían sido robadas. Quizás alguien estaba tratando de decirme algo? Las botas eran de cuero, producto de la violencia animal y no es compatible con la conciencia espiritual así me fui descalza pero aliviada.
Continuará….
PD1: Siguiendo la metodología de Srila Gurudeva, Srila Bhaktivedanta Narayana Maharaja:
” Todo comentario, sugerencia y queja sobre el texto, por favor enviarlo al correo electrónico: navitadasi@gmail.com. Para añadirlos en la siguiente edición”
PD2: El texto que se comparte en estos artículos no son la edición final. Si te gustaria participar en la traducción y edición del libro de Syamarani didi contactame
Traducción y edición al español: Navalatika dasi